En resumen, la violencia y la agresión son conceptos totalmente distintos. En la agresión puede haber un empuje hacia la vida, hacia lograr que el sujeto se posicione frente a lo que él cree como propio, es también lo que presiona a sobrevivir, a continuar en movimiento. Cuando en el trasfondo la intensión es de hacer un daño propositivo a otros y no uno colateral, entonces se está hablando de violencia. En el acoso escolar no se está hablando de agresión pues ya se mencionó con anterioridad que existe en todas las relaciones humanas: en los juegos, en los deportes, etc. El bullying es una forma de violencia, es una relación principalmente vinculada al poder y a la interacción entre amo y esclavo.
Dentro del contexto escolar un niño (solo o en grupo) agrede a su compañero de forma física, verbal, social, psicológica y cibernéticamente, de manera reiterada, repetitiva, y con la intención de:
- a) hacerle daño.
- b) establecer una relación de control-sumisión, es decir de poder.
- c) que la víctima se sienta atemorizada y/o enojada, hasta el punto de que pierda la capacidad de defenderse, y por lo tanto, se perciba a sí mismo en una situación de indefensión.
Este tipo de acoso no se refiere simplemente a molestar a un compañero o a hacer travesuras, sino que es una acción con la intención clara de dañar o maltratar a un compañero, es decir, a una persona en muchos aspectos igual a uno, un semejante. Por eso es importante que quede claro que el acoso escolar ocurrirá exclusivamente entre niños de edades semejantes más o menos con tres años de diferencia. Si la edad trasciende este rango ya no se estará hablando de bullying, sino estaremos hablando probablemente de un caso de abuso.
Dicha conducta no es aislada o dependiente del contexto social, sino que es una cadena conductas y acciones que tienen como objetivo crear una relación marcada de poder, a partir de una supuesta superioridad basada en un imaginario de popularidad, fuerza, tamaño y/o rol dentro del grupo de amigos o compañeros escolares, en donde se crea una relación de amo y esclavo; en la cual, ambos son igual de dependientes el uno del otro; aunque en lo evidente no se vea. Cada quien juega su rol, y para mantenerlo requiere que el otro siga jugando el suyo, eso los hace a ambos al mismo tiempo amos y esclavos del otro.
Existen muchos tipos de acoso escolar, en general todos se dividen en directos o indirectos y se engloban de la siguiente manera:
- Físico:
- Directo: pegar, amenazar con armas u otros objetos, calzón “chino”, bajar los pantalones, empujar, pellizcar, etc.
- Indirecto: Esconder, robar, romper, quitar o destruir pertenencias u objetos
- Verbal:
- Directo: Insultar, burlarse y/o poner apodos.
- Indirecto: Hablar mal de alguien, hacer rumores o chismes, contar intimidades, hacer cometarios cuando la persona va pasando, etc.
- Social:
- Directo: ridiculizar, humillar y excluir de trabajos de actividades escolares o recreativas,
- Indirecto: Manipular a otros para ejerzcan el rechazo contra determinado compañero, ignorar, ningunear, ley del hielo.
- Cyberbullying o acoso cibernético: realizar, enviar o postear cometarios, fotos, imágenes, etc. que sean hirientes y humillantes de manera pública de una persona en particular.
Se mencionan tres actores participantes del acoso escolar: a) el agresor quien es aquél que ejerce las acciones violentas, b) la víctima, que será aquella sobre la cual son ejercidas pero a su vez es quien consciente e inconscientemente acepta recibir dichas acciones; y finalmente c) los observadores, ya sean pasivos o activos; son los que aceptan dicha dinámica como parte de su contexto social; el callar y el no denunciar, los hace parte de esta escena, pues así contribuyen a sostener y mantener una dinámica de esta índole. Indirecta o directamente están fomentando que dos o más de sus compañeros se mantengan en ese lugar frente a ellos y frente a sí mismos, lo que crea un microcosmos de silencio y corrupción, por supuesto, acorde a su edad o etapa de vida.
Es fundamental educar a los niños a hablar, a denunciar los actos de violencia o los indebidos, a frenar y poner límite a los otros aunque las acciones de violencia no se las estén haciendo directamente a ellos; deben aprender desde cortas edades a hacerse responsables del mundo en el que viven, que hay una opción para todos de vivir diferente, y que siempre existe la posibilidad de hacer algo.
Culturalmente nos han enseñado a juzgar exclusivamente al agresor y victimizar a aquel que aparentemente sufre. A la vez es evidente que estas intervenciones no han ayudado mucho, pues estas relaciones violentas siguen surgiendo y manteniéndose como lazo entre dos o más personas.
Debemos hacer responsables a cada uno de su participación. Al niño que está ejerciendo la violencia sobre sus compañeros y amigos, le está ocurriendo algo, puesto que requiere actuar de esta forma para tener un lugar en su mundo, ya sea familiar, escolar o social. Sin embargo, reflexionemos… ¿A qué o quién está respondiendo de esta manera?, ¿a quién realmente desea golpear o maltratar?, ¿quién lo ha maltratado a él o ella? (puede ser cualquiera de los tipos de violencia mencionado, por ejemplo la indiferencia o negligencia de sus padres o seres amados cercanos), ¿cómo ha vivido él o ella la violencia?, ¿con quién se está identificando? Y sobretodo, ¿qué está logrando? Es decir, ¿que está obteniendo al actuar así? ¿De qué o quién se está defendiendo al actuar de esa forma?
El caso de la víctima no es muy distinto, a él o ella también le ocurre algo, de alguna forma se ha colocado o ha permitido ser colocado como “la víctima”, término incorrecto desde el inicio, pues con ello se le está quitando todo, su posibilidad de cambio y toda la responsabilidad de un sujeto dueño de su vida. Este chico también, por algún motivo se ha identificado con este rol, ha preferido callar y asumirlo; por lo tanto, ¿qué le ocurre?, ¿por qué acepta ser violentando, anulado, lastimado, etc.?, de quién aprendió a no denunciar, a no defenderse, a que la violencia es algo cotidiano y que algo merece, es decir, ¿con quién se está identificando? O será qué también de esta forma él o ella obtiene algo o así mantiene un lugar conocido y confortable frente al resto de sus compañeros. Sea cual sea la situación, está usando al agresor para colocarse en su espacio social, para no cambiar, para no enfrentar al mundo él mismo y asumirse como un sujeto con decisión y fortaleza. Al mantenerse en el silencio, está eligiendo continuar en el rol y lugar que ya conoce; uno que no lo reta a un cambio o tener la vida que desea por él mismo. ¿Cómo fue que aprendió a no hacerse responsable de lo que le ocurre? Es decir, la víctima generalmente señala a otros como responsables y espera que ellos sean los que cambien y lo acepten y él (la llamada “víctima”) no deba hacer nada nuevo. El niño o joven tendrá que comprender que las relaciones de poder, existen siempre, no desaparecerán y que cada uno de nosotros somos los que regimos la manera en que no nos colocamos ante dichos momentos o relaciones con los demás.
No bastará con discursos moralistas para que la actitud cambie, la escuela tiene la obligación de contener estas acciones y a los estudiantes, así como de dar estos discursos; tiene como responsabilidad principal la detección y resolución de lo que le es posible, el evento per se. Por ello, los padres deben fomentar en sus hijos el valor de seres humanos con derechos y obligaciones. Es decir, lograr que sus hijos hablen y enfrenten sus circunstancias por las vías correctas y sobretodo que busquen soluciones por sí mismos. Recordarles mediante actos de confianza que ellos no son una víctima, sino sujetos con una voz y palabra propia para ser tratados como ellos decidan ser tratados.
Sin importar cual sea el papel del niño dentro del circulo del bullying (agresor o víctima) sólo en un apoyo emocional, en un análisis, este chico logrará descolocarse de estas acciones y encontrar como enfrentarse al mundo de otra manera, que lo haga vivir de una manera más responsable, feliz y propia.
Finalmente, recordemos que el problema no se termina con un cambio de escuela, pues es algo que cada chico trae dentro y lo llevará a cualquier nuevo espacio o colegio, además de que huir no es la solución a ningún problema. El bullying no es una realidad que se limita al ambiente educativo, continúa en las oficinas, en los trabajos como “Mobbing”, en las relaciones de pareja, de amistad, familiares, etc. Por ello es prioritario, detectar y actuar cuando un niño se está colocando a sí mismo en estas posiciones. Acudir a un apoyo psicológico, emocional y analítico a la brevedad, para encontrar desde la particularidad de cada uno de ellos qué le ocurre, qué puede y quiere hacer él o ella para cambiar, para encontrar su propio lugar o crearse uno nuevo.