Ciberadicción o trastorno de adicción a Internet (IAD), o, más ampliamente, uso excesivo, problemático y/o patológico, de Internet, a través de diversos dispositivos (ordenadores, teléfonos, tabletas, etc.), que interfiere con la vida diaria.
La consideración de los que defienden la teoría de que sí existe la adicción a Internet afirman que un usuario normal puede llegar a experimentar una singular fascinación cuando se conecta a Internet y comienza una sesión de navegación, o hace uso de otros servicios como el correo electrónico, los canales de noticias, los servicios de FTP (servicios de descarga) o el uso de un IRC (chats).
Los defensores de la consideración de adicción creen que se pueden establecer ciertas analogías entre la adicción a Internet y el juego patológico, la adicción al tabaco, el alcoholismo o las compras compulsivas, aunque no hay que olvidar que, en este caso, no existe una sustancia responsable de la conducta adictiva.
Algunas personas presentan verdaderos problemas aparentemente derivados de un uso excesivo a los ordenadores y al ciberespacio. Cuando se es despedido del trabajo, se abandonan los estudios o una persona se encuentra inmersa en una demanda de separación a causa de esta actividad, se puede sospechar la existencia de un uso excesivo, y de cara a corregir ese abuso, habrá que buscar las causas reales de ese comportamiento.
No obstante, el uso de Internet puede ser saludable, excesivo o una mezcla de ambas. De este modo una persona que se sienta fascinada por su hobby y en el que invierte cantidades ingentes de tiempo tiene la posibilidad de aprender, fomentar la creatividad y comunicarse. La dificultad se sitúa en el punto en que debe trazarse la línea entre un uso intenso de la tecnología y la aparición de las consecuencias derivadas directamente de la actividad. Pensemos, a modo de ejemplo, en aquellos casos en que una deficitaria relación de pareja se ve parcialmente compensada por la comunicación con otras personas mediante chats.