La adolescencia es una época de oportunidades y riesgos. Los jóvenes están en el umbral del amor, del trabajo y de la participación adulta, aunque también es una época en que algunas personas, desarrollan comportamientos que agotan sus alternativas y limitan sus posibilidades. En la actualidad, la investigación se enfoca cada vez más hacia cómo ayudar a los jóvenes cuyos ambientes no son óptimos, para evitar peligros que pueden alejarlos de la realización de su potencial.
El adolescente no sólo debe enfrentarse al mundo de los adultos, sin estar todavía debidamente maduro y preparado, si no que además debe superar su etapa infantil, en la cual ha vivido cómoda y plácidamente, con las necesidades básicas aseguradas y con los papeles a desarrollar por cada personaje, dentro de su pequeño mundo familiar y escolar, perfectamente definidos. Igualmente debe considerarse extraño, y hasta preocupante, que un adolescente no muestre signos de rechazo o crítica hacia los adultos. Es deseable que las actitudes críticas surjan durante este período, porque más allá de su contenido concreto evidencian un fructífero proceso interior de maduración afectiva e intelectual. La necesidad de pertenecer a un grupo particular, al que uno se sienta unido entre otras cosas por la comunidad de lenguaje, de territorio, de costumbres o de recuerdos comunes, es, para todo ser humano, una necesidad básica. Por ello podemos decir que la identidad es la posibilidad que tiene todo joven de reconocerse a sí mismo a través de otro, es cuando la persona busca un sentido coherente del Yo.
La búsqueda de identidad es la principal tarea durante los años adolescentes, afirma Erikson. Según él los jóvenes forman su identidad no sólo tomando como modelo a otras personas, sino también modificando y sintetizando identificaciones anteriores.
Para lograr esto los adolescentes deben determinar y organizar sus capacidades, necesidades, intereses, gustos, tendencias y deseos para expresarlos luego en un contexto social.
Entre las personas jóvenes existe una enorme lista de identidades que tienen que ver con elementos tan variados como: clase social, sexo, color de piel, religión, orientaciones sexuales, gustos musicales, de vestir, edad, etc. Estas pueden ser transitorias (por un período de tiempo corto), ocasionales (adoptadas ante situaciones vividas por primera vez) o parciales (que responden a comportamientos que aparecen en situaciones diferentes) y se encuentran en constante movimiento, ya que muchas de ellas son abandonadas cuando los jóvenes optan por formas de vida distintas a las que les otorgaba esa identidad.
La adolescencia es una etapa del desarrollo humano en que los jóvenes se caracterizan por ser rebeldes y por preocuparse por la definición de su identidad, por hallar fórmulas adecuadas para responder a las nuevas exigencias que les llegan del medio social y escolar, y por transformar las relaciones con su propia familia. El grupo de iguales cobra una importancia decisiva para cada uno de los adolescentes y se convierte en un marco referencial de sus actitudes. Para lograr consolidar su identidad, los adolescentes deben determinar y organizar sus capacidades, necesidades, intereses, gustos, tendencias y deseos para expresarlos luego en un contexto social. Por ello se crean los grupos de minoría o “Tribus urbanas” como por ejemplo: punks, draks, hippies, vaqueros, fresas, entre otros.
La mejor solución para poder hacer frente a esta diversidad cultural es la práctica constante del “respeto” y la “tolerancia”. Proponemos que la educación secundaria se empape de estos valores y los practiquen tanto los alumnos como los profesores y padres de familia.